miércoles, 8 de mayo de 2013

ALTANERÍA NO ES LO MISMO QUE VERGÜENZA


Queremos contestar de modo sosegado al artículo del Presidente local del PP, publicado en el número anterior, sin ahondar en su tono airado ni “entrar al trapo” de devolver los numerosos calificativos que nos dirige a nosotros y a nuestra fuerza política (estilo manipulador, complejo de superioridad moral, hábitos de “represaliar” al adversario, código genético intervencionista, igualitario rampante, anticlerical disfrazado, intransigente con el contrario, de agitación populista, etc.), olvidándose una vez más de lo que decía no hace tanto tiempo sobre “crispación”, “responsabilidad”, “moderación”, etc., conceptos que, como vemos, utiliza a la medida de su conveniencia; y acompañados, para colmo del despropósito, de una disculpa que no tiene el menor sentido en cuanto entra en contradicción con todo el resto de su escrito.
Se nos dice que manipulamos por hablar de “lenguaje agresivo e insultante” en el primer escrito del PP al que contestamos anteriormente. Como ya hemos dicho en alguna ocasión, nuestras críticas políticas, por duras que hayan sido, siempre se han centrado en hechos, comportamientos o actitudes concretas, y nunca hemos caído en el insulto ni en descalificaciones genéricas dirigidas contra personas, partidos o ideologías adversarias. Ello nos autoriza a exigir ese mismo trato. Y no creemos que sea manipular nada, sino llamar a las cosas por su nombre, el considerar insultante a la expresión que se nos dirige: “con su habitual demagogia y cinismo”, por más que a posteriori se la quiera suavizar enmarcándola en un “estilo irónico y jocoso”.
En cuanto al tema de las “fotos”, origen de la polémica inicial, es cierto que no es comparable el contexto de una al de la otra y que en el caso de la del PP estaba la negociación de la PAC de por medio. Y puede que estemos equivocados y que sea exagerada nuestra apreciación, pero si afinamos el sentido crítico del mismo modo que se hace en los escritos del PP, perfectamente podría interpretarse la actuación de la Presidenta de la Diputación como una intrusión oportunista, a explotar propagandísticamente, como ocurrió, por ejemplo, en el acto de entrega de premios de la DOP de Priego.
Sobre la corrupción, aunque se expresan algunas ideas que nos parecen correctas, creemos que, en el fondo, se escamotea el tema. Haya o no haya más políticos honrados que corruptos, la corrupción en la sociedad y en la política española, es de tal dimensión que podemos hablar de estar inmersos no sólo en una crisis económica sino también en una crisis democrática y ética
Y somos precisamente las bases de los partidos, a las que “nos cuesta el dinero” la política, quienes en mejor disposición estamos para exigir limpieza a los dirigentes de nuestros partidos. Por eso  no creemos que sea la hora de cerrar filas en torno a la llamada “clase política” ni de repetir las consignas tras las que ésta trata de atrincherarse, sino la de exigirles firmemente honestidad, limpieza y transparencia.
En este sentido, escudarse en las posibles consecuencias antidemocráticas de mantener una excesiva exigencia en los casos de corrupción Gürtel y Bárcenas nos suena a excusa con la que pueda justificarse, de algún modo, el “correr un tupido velo” y “echar tierra encima”. Y nos parece querer escurrir el bulto el tratar de reducir el asunto a un determinado número de “garbanzos negros” en el PP, cuya importancia se relativiza en función del total que hay “en la olla”.
Porque esa no es la cuestión. La cuestión en esas tramas descubiertas es si es verdad lo que parece. Si el PP se financió, o no, de forma ilegal y corrupta a través de corruptores adjudicatarios de contratas públicas. Si estamos ante una nueva versión de lo que hace años fue “Filesa” para el PSOE. Si ha sido una financiación tramposa la que ha permitido al partido que hoy gobierna en España disponer de enormes recursos y hacer campañas superiores en medios a las de sus adversarios políticos, y en qué medida ha podido ello influir en sus resultados electorales.
Y, más aún, si su cúpula dirigente ocultó sobresueldos percibidos por ser de procedencia ilícita o por querer aparentar una falsa economía personal que se aproximara a la del ciudadano medio.  
Esa es la sombra que planea sobre el PP desde el momento en que sus máximos responsables se han limitado a negar pero sin dar una versión creíble de lo ocurrido y cuando han protegido a los imputados en lugar de denunciarles con la dureza que merecería quien supuestamente hubiera traicionado la honorabilidad del partido y dañado gravemente su imagen pública.
¿Qué no se quiere ver lo que hay?  ¿Que se considera más rentable sumarse al  tapar, desviar y resistir?
Muy bien, cada uno puede hacer lo que le parezca y sentirse todo lo orgulloso que quiera de su partido y del modo en que actúa. Allá quien no sepa distinguir entre altanería y vergüenza. Pero dejar pasar oportunidades como esta de ponerse radicalmente del lado de la lucha contra la podredumbre desde luego no deja a nadie en el mejor lugar para andar buscando “pajas en ojos ajenos”.
Y a cada uno lo que le corresponda, no tenemos ningún reparo en afrontar las cosas que puedan hacerse mal en IU-CA, pero la acusación que se le hace de complicidad en el caso de los EREs, en modo alguno puede sostenerse, ni por el hecho de compartir gobierno con el PSOE -ya que los delitos imputados se produjeron con gobiernos anteriores- ni por la actuación de nuestros parlamentarios en la Comisión de Investigación, que ha sido digna y laboriosa, concluyendo en un informe con importantes conclusiones y recomendaciones, a pesar de que no haya podido servir para nada, al haber sido rechazado con la unión de los votos de PSOE y PP por motivos partidistas.
Acusación, por otro lado, que evidencia  una doble vara de medir por parte de su autor cuando unas líneas más atrás hablaba de “dejar actuar a los tribunales” y que denota, además, un intento errático y desesperado por tratar de involucrar a nuestra formación en la corrupción a gran escala en la que se encuentran inmersos los dos grandes partidos.
Otro ejemplo de doble vara de medir es no mostrar ningún reparo sobre los pactos de gobierno cuando son hechos por su partido, mientras los que hace el adversario son considerados, por principio, como una búsqueda de prebendas y poltronas.
Por la información con la que contamos, la afirmación de que “la única partida de los Presupuestos andaluces que ha aumentado es la de Altos Cargos” es rotundamente falsa. En primer lugar, no hay una partida de altos cargos, sino que ese gasto está distribuido en los distintos programas y consejerías. En segundo lugar, en conjunto, se trata de un gasto que, dada la situación actual, ha descendido en un 20% en los Presupuestos de la Junta de 2013 (como puede apreciarse en la reducción de Delegaciones Provinciales). También se ha reducido en más de un 50 % el gasto en asesores y personal de confianza, mientras que, por ejemplo, han aumentado en la Junta de Castilla La Mancha, de Cospedal.
La forma de acceso y estabilización del personal procedente de empresas públicas andaluzas podría ser objeto de debate pero, en todo caso, se trata de una reorganización del sector público andaluz hecha por el gobierno anterior y que nada tiene que ver con supuestos favores a IU-CA.
En cuanto a las deudas que tiene la federación madrileña de IU con Hacienda y la Seguridad Social, (que ya han sido renegociadas y están en vías de pago) sin duda, son consecuencia de un mal cálculo electoral y de una mala gestión que puede ser objeto de crítica, pero sin llegar a suponer ninguna afrenta para nosotros, porque “meter la pata” puede ser lamentable, pero “meter la mano” es lo verdaderamente bochornoso, rechazable e intolerable, y esa situación demuestra precisamente que no se han recibido “sobres”.
Por lo tanto, ninguno de los hechos expuestos pueden considerarse vergonzoso e indigno para IU-CA, ni justificar, en modo alguno, las afirmaciones del anterior escrito, según las cuales, el único objeto que podía tener el que IU y PSOE compartieran el gobierno andaluz era el de “taparse sus respectivas vergüenzas”. Como tampoco la del último, referida a que deberíamos ver rotos por el suelo nuestros carnets. Afirmaciones que no pueden tener otro sustento que la animadversión ideológica y política hacia IU, aumentada por la frustración y el resentimiento que haya podido producirles el haberle impedido al PP su acceso al Gobierno de Andalucía.  
Para no alargar más este escrito dejaremos, para ser contestadas en nuestro propio blog (www.iucarcabuey.com), cuestiones como la opinión que nos merece el actual Gobierno de España y de Andalucía o las políticas causantes de la crisis.
Y terminamos respondiendo sólo a un par de etiquetas, de entre las muchas que nos coloca el presidente local del PP de Carcabuey: la de nuestro supuesto “rechazo a la economía de libre mercado” y la de nuestros métodos “antisistema”, cuya intención –suponemos- debe ser la de devaluarnos y situarnos en la marginalidad política –como se está pretendiendo hacer con los movimientos sociales de protesta-. Si es así, sobre la primera hemos de decir -sin entrar en mayores disquisiciones- que, sin darse cuenta, lo que en realidad evidencia quien la hace, es una desfasada percepción de la realidad sociológica española y el desconocimiento de cómo cada día se hunden más en la valoración general de los ciudadanos/as instituciones que hasta hace poco tiempo contaban con una amplia aceptación, como es el caso del propio “capitalismo”, cuyo rechazo está siendo ya mayoritario entre los españoles/as, tal y como reflejan algunos observatorios sobre el tema (*).
En cuanto a lo de “antisistema”, en realidad debería aclarar qué entiende por sistema. Porque si de lo que hablamos es del propio sistema democrático fundamentado en el respeto de la voluntad popular y a un conjunto de libertades y derechos recogidos en nuestra constitución, lo cierto es que quienes podrían ser considerados antisistema serían los que incumplen sistemáticamente preceptos como el de progresividad fiscal (art. 31.1), función social de la propiedad (art. 33.2), derecho a la vivienda (art. 47), vinculación de los convenios colectivos (art. 37), etc. O, como bien hemos visto escrito en un reciente artículo firmado por Pedro Simón (**),
“No es antisistema el que pide una democracia radical, sino el que trata de enjaularla y domesticarla con cacahuetes, … Antisistema son los que con una mano juran la Constitución y con la otra le hacen un tacto rectal… los comisionistas y conseguidores, los que se saben a salvo cada cuatro años, los que no denuncian a la primera, … los que utilizan el carné del partido como un ábrete sésamo, … Antisistema son los que llevan los colores de la bandera de España en una pulsera y luego se llevan el dinero a Suiza…”.
                                                                           Asamblea local de IU-CA de Carcabuey.


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