Llegamos a estas Elecciones Andaluzas en un contexto dominado por la crisis que estamos sufriendo. Unas elecciones en las que, por un lado nos encontramos un PSOE hundido, tras muchos años en el poder, por su incapacidad para resolver la situación de paro y por sus modos de gobernar que han generado redes de corruptelas y alimentado un sistema de servidumbres y un tejido de estómagos agradecidos que ha impedido a Andalucía un despegue y una consolidación económica y social que hubiera evitado la gravedad de la situación en la que nos encontramos. Un partido, dominado por profesionales del carnet, que no ha dejado de mirarse el ombligo, incapaz de asumir autocrítica alguna ni ningún tipo de respuesta reorientadora hacia la ética y hacia los intereses de la mayoría social en los sucesivos gobiernos de la Junta de Andalucía.
Y, por otro lado, un PP que trata de presentarse como el partido del sentido común, el de las cosas bien hechas, la eficacia y la rectitud en el gobierno. Pero ya hemos visto cómo abordan los casos de corrupción en su partido, y lo que nos están demostrando cuando han llegado al gobierno no es sino su sumisión ante los banqueros y los grandes poderes económicos que han sido los causantes de la crisis, y su insensibilidad frente al pueblo trabajador al que arrastran a una situación de sometimiento al patrono, fulminando de buenas a primeras su mayor patrimonio, que no es otra cosa que los derechos laborales que teníamos conquistados desde hacía muchos años, y recortando paso a paso cada uno de los servicios públicos en lo que todo parece conducirnos a una demolición paulatina y calculada del llamado Estado de bienestar.
El Partido Popular es el máximo representante en España de esa corriente de pensamiento (el neoliberalismo) que se ha impuesto en la gobernanza mundial y que ha permitido que el poder político democrático sea debilitado y sometido a los poderes globales económicos y a los mercados financieros no elegidos democráticamente y que no están del lado de los pueblos sino de la minoría acaparadora de la mayor parte de la riqueza del planeta.
El cambio del PP es el de los recortes a los servicios públicos y a nuestro bienestar, el de la culpabilización a los trabajadores/as de la crisis, el de la limosna a cambio del sometimiento, el de hacernos elegir entre paro o pérdida de derechos (o ambas cosas, que es lo que están haciendo con su reforma laboral).
Pero todavía no hemos visto todo, lo más duro lo están retrasando hasta que pasen las elecciones de Andalucía y Asturias. Después del 25-M es cuando vamos a ver ponerse en marcha, sin miramientos, todas las medidas de las que nunca hablan en sus programas electorales, todo a favor de los pudientes, de los banqueros, de la CEOE y en contra del pueblo trabajador.
Si gana en Andalucía, la derecha unirá al poder económico y mediático que siempre ha tenido un poder en las instituciones de gobierno que dominará en casi toda España. La victoria será interpretada como un apoyo a las políticas que han comenzado a aplicar y les dará alas para incidir todavía con más fuerza en sus duros ajustes contra la clase trabajadora.
Ante esta realidad cada vez más clara no podemos equivocarnos otra vez. El pueblo, los trabajadores/as, las clases humildes, han de recuperar la conciencia de lo que son, de quién está con ellos y quién puede defenderles, sobre todo cuando llegan momentos tan difíciles como los que estamos viviendo.
A nadie se le puede ocurrir buscar un zorro para cuidar de su gallinero. Hoy es el momento de unirnos más que nunca y de fortalecer a la izquierda en Andalucía.
¡Vota IZQUIERDA UNIDA!